Pasaron más de tres años para que pudieran reencontrarse, para que pudieran verse las caras nuevamente en medio de la ciudad gris que fue testigo de la chispa del primer encuentro. Pasaron muchas cosas durante esos tres años. Un virus terrible surgió en el Asia y amenazó con separarlos para siempre. Luego, el país donde ella vivía, sumergido en crisis, hacía incierto un futuro donde todo acabe bien para ambos. Pero se dio. Aún con pandemia y crisis. Ahí estaba juntos de nuevo la noche del martes 15 de noviembre, los Arctic Monkeys y su amada fanaticada peruana.
El tiempo pasó por ambos y eso se notó desde un principio. Para empezar, los Arctic Monkeys habían dado un nuevo paso hacia su madurez musical. Llegaban a este reencuentro con una ‘The Car’ (2022), un disco con el que esperaban establecerse con una identidad que asumieron desde hace algunos años.
Al principio a ella, la fanaticada peruana, no le complacía del todo esta nueva faceta, pero lo entendía, sabía que parte de crecer es cambiar y parte de vivir, explorar, por ello los acompañaron aquella vez. Para esta ocasión sus motivaciones cambiaron. El nuevo álbum la tenía gratamente sorprendido, y a diferencia del primer encuentro, esta vez le celebró su nuevo trabajo como se debe.
En el 2019, habían quedado en verse al lado de un centro comercial, casi era un encuentro casual. Sin embargo, luego se dieron cuenta que no fue el espacio más adecuado. Habiendo aprendido de aquella experiencia, esta vez quedaron en la playa, cerca de la brisa del mar y el humor del romance. A pesar de la precaución, igual se presentaron varios problemas. El desorden, la pobre señalización y el caos vehicular intentaban agriar la noche, por suerte las ansias, la necesidad mutua se impusieron.
Ella, la fanaticada peruana, cruzó la arena que le llenaba y estropeaba los zapatos, soportó el terrible embotellamiento y esperó de pie como le tocaba hacerlo. Ellos, los Arctic Monkeys, no la pasaron tan mal, solo tuvieron que aguardar a que llegara el momento para hacer su parte.
Momentos antes de la esperada cita, hubo un preámbulo. Unos hombres elegantes y de atmósfera taciturna se pararon frente a ella e intentaron seducirla. Por poco lo lograron. Interpol se llamaban y capturaron durante casi una hora su atención. Firmes y confiados, dieron rienda suelta a sus encantos de guitarras pesadas, miradas desinteresadas y líricas dulces y sensibles. Sin embargo, esta noche no se trataba de ellos. Había un encuentro más grande esperando y no podía ser pospuesto.
Salió del escenario Interpol y, alrededor de las 9.45 (tarde, para variar), aparecieron ellos por fin, los Arctic Monkeys estaban ahí. Ocurrió entonces, lo que ella, la amada fanaticada peruana, estuvo esperando durante más de tres años. Cantaron y bailaron como la primera vez aquellas viejas canciones de sus adolescencias y las nuevas de su madurez. Bailaron también, al ritmo de guitarras desenfrenadas y se mecieron con la suave melodía del piano. Una noche llena de todo lo que no pudieron, de lo que se debían.
A unos metros de la playa, se escuchó «the eyes are on fire, you are the unforecasted storm», «now it’s three in the mornin’ and I’m tryin’ to change your mind», «you pretend to fall asleep on the way back», «but I crumble completely when you cry» y otras frases que parecían ser parte de una discusión, pero nada más lejano.
La energía, el impulso y el cariño se apoderaron de ambos por casi dos horas. Y todo terminó con los Arctic Monkeys diciendo «so predictable, I know what you’re thinking». No era la despedida que ellos acostumbraban, pero se sintió igual de bien. Cuando la canción acabó, ellos agradecieron el amor y la compañía, que la querían mucho, pero su camino debía continuar. Dejaron de tocar y se alejaron una vez más, como en aquel 2019. La diferencia más grande entre ambos momentos es que ahora es más fuerte la esperanza de que regresen.
Y así fue como culminó ese encuentro entre ambos, el artista y la fanática, después de 3 años, 7 meses, y 15 días y sus noches. Ahora les toca a ambos esperar de nuevo. Y lo harán todo el tiempo que haga falta, y aguantarán todas las pandemias que sean necesarias, todas las crisis que deban ser. Porque ambos saben que vale la pena.