‘The Piper at the Gates of Dawn’: locura y alucinación en el álbum de Pink Floyd

Un Pink Floyd distinto. Liderado por el lunático Syd Barrett, acompañado por el tecladista Richard Wright —quien para entonces aún tenía cierto protagonismo—, un aún cohibido Roger Waters encargado de simplemente tocar su bajo; y el siempre brillante Nick Mason —quien muchos aseguran que es el «Pink» original, ya que es el único miembro de la banda que ha participado en toda la extensa discografía de la banda—. En esa época sucedió, sin quien se volvería el más reconocible de la banda: David Gilmour, quien para entonces aún no era parte de la agrupación, pero que sería el encargado de darle voz y guitarra a las piezas más poderosas de la época más exitosa de la banda.

Hace poco más de medio siglo, el 05 de agosto de 1967, Pink Floyd lanzaba ‘The Piper at the Gates of Dawn‘ (‘El Flautista a las Puertas del Alba‘, en español), su psicodélico y fantástico álbum debut. Bajo la mente maestra del «Diamante loco» Syd Barrett, la banda se embarcó, con 11 temas, en una obra de arte vanguardista de psicodelia caótica, pura y joven.

Fue producido por Norman Smith, exingeniero de sonido de los primeros álbumes de The Beatles (los prepsicodelia). Y fue grabado en el mítico estudio Abbey Road, que por entonces aún se llamaba EMI Studios, y donde al mismo tiempo se encontraban otros titanes ya antes mencionados grabando el que es considerado mejor disco de la historia: Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band. Dos joyas de la música vanguardista y psicodélica grabadas en simultáneo, que parecen ser la antítesis la una de la otra.

Fuente: Pinterest.

Discos tan llenos de psicodelia como los dos primeros de The Doors, el álbum debut de The Velvet Underground, ‘Forever Changes‘ de Love, ‘Surrealistic Pillow‘ de Jefferson Airplane, ‘Disraeli Gears‘ de Cream, ‘Their Satanic Majesties Request‘ de los Rolling Stones, tan solo nos hacen pensar: demonios, qué gran año para la música fue 1967.

El joven —y aún no tan loco— Syd Barrett fue el encargado de componer la gran mayoría de canciones. Las letras de esta obra consisten en relatos fantásticos sobre cosas que a Syd le fascinaban, como los gnomos, los gatos y las bicicletas; letras tan distintas a las que serían años más adelante bajo el mando del genio y tirano Roger Waters, quien en la época de este álbum era tan solo el simple bajista tímido y de perfil bajo.

La música del álbum puede por momentos sonar desordenada, caótica, infantil, espacial, llena de atonaciones y sonidos extraños, y es que eso es lo que hace tan grande a este disco. Alejados de toda la prolijidad y pretensiones que los pudo caracterizar en los años setenta, enrumbados en pura demencia y en el afán de experimentar hasta perder el control construyeron uno de los discos más influyentes de la historia y venerado por artistas de la talla de David Bowie.

Quienes conocen y adoran a Pink Floyd por sus clásica racha de obras maestras de los años setenta («Dark Side of the Moon«, «Wish You Were Here«, «Animals» y «The Wall«), deberían, por lo menos por curiosidad, escuchar qué hacían estos locos en sus primeros años, recién salidos de la adolescencia.

No es un disco fácil, merece ser escuchado varias veces. Es seguro que cada nueva vez que lo escuches, seguirá sorprendiendote.

Fuente: Rockarchive.

Así pasen cien años, este disco seguirá sonando a música del futuro, hecha por y para alienígenas drogadictos (entiéndase como un cumplido). Si el sonido de Pink Floyd en los setentas era asociado a la marihuana, probablemente este debería ser asociado al LSD.

Este, como casi todos los discos de Pink Floyd, es un verdadero viaje, solo que este es un viaje distinto, no es uno a través de la luna o sobre un muro o en una granja, este es un viaje a toda velocidad por la noche en la carretera, con el carro incendiandose mientras te persiguen gnomos en bicicletas voladoras. Un viaje en el que estás gozosamente asustado. Sin dudas, este no es un disco para escuchar antes de dormir, ya que podrías sufrir un ataque nervioso.

Texto por Rodrigo Sebastián.