Regresamos al Nacional. Después de haber experimentado -con sus altos y bajos- la sexta edición de Vivo X El Rock, puede que el retorno a los dos escenarios y a un local más pequeño, sea visto como un mal paso, un retroceso de parte de la organización y en realidad lo es, pero tengamos en cuenta otros factores.
Las deficiencias en el acceso tanto al exterior como al interior de San Marcos son motivo más que suficiente para pensarlo dos veces antes de volver. Sin embargo, debemos decir que hasta ahora, esa ha sido la mejor versión de Vivo X El Rock hasta la fecha.
El festival más importante del Perú. Se ha ganado el título a puro sudor, definitivamente, y eso no está en discusión. Ser el único que ha reunido a más de 60 mil personas en una sola fecha lo confirma. Cada edición -con sus aciertos y “errores”- ha destacado, siempre con un as bajo la manga, siempre con alguna sorpresa.
Sin bombos ni platillos. Hemos podido notar que Vivo X El Rock 7 pasó con mucha menor atención -algo desapercibido- comparado a sus versiones anteriores, sobretodo, las dos últimas, que con nuevas localidades y sorpresas en el cartel se mantuvieron en boca del público todo el tiempo que duró la campaña. ¿A qué se debe?
¿Podrían estar perdiendo el encanto? Han cumplido su objetivo, el cuál es vender el máximo posible de entradas pero es francamente notable el hecho de que esta edición haya tenido relativamente poco el rebote en las redes sociales, dejó de ser el tema de conversación infaltable en los grupos y posts.
Siempre lo mismo. Ver a los mismos grupos esta agotando a gran parte del público, aunque este en su mayoría no ha dejado de asistir, siempre hay al menos algo nuevo, también es cierto. Lo es igualmente que el evento esté captando cada vez, una población nueva, sobretodo, aquella que recién se ve atraída hacia el mundillo rockero. Ese es un gran segmento del total de asistentes y por ello son el objetivo principal de Vivo X El Rock.
Eso explica porque las encuestas siempre marcan a los clásicos grupos populares y de décadas pasadas (Enanitos Verdes, Vilma Palma, etc). Sencillo, aquella parte de los espectadores que recién llegan a este género se ven atraídos por los artistas de más fácil acceso, ese no es un gran descubrimiento para nadie pero es precisamente la razón de que el festival este empezando a parecer Radio Oxígeno.
«El cartel de bandas es siempre el mismo, edición tras edición. Están empezando a desgastar y devaluar la experiencia de asistir al festival»
La fórmula se está empezando a agotar. Salvo pequeñas excepciones, se viene repitiendo la misma lista de artistas nacionales edición tras edición. Esto está empezando por desgastar la «emoción» de asistir al festival y está convirtiendo en relleno lo que podría ser una mixtura de nuevas propuestas entre los ya «consagrados», aunque sea solo un par en cada nueva versión del evento.
En ese mismo sentido, el line-up de bandas extranjeras también se está volviendo bastante repetitivo. En resumen, este factor clave, está devaluando lo que debería ser una experiencia novedosa y el objetivo del festival. Si la organización no empieza a cambiar de estrategia, puede terminar por saturarse a sí mismo.
Lo mejor de la noche. Por otro lado y sin duda alguna, el show de Limp Bizkit, fue el más valioso del festival. La dupla Fred Durst y Wes Borland revivieron a todos los presentes y pusieron a saltar a todos, desde los más fans, hasta quienes sabían de ellos por primera vez. No hubo quién no se enganchara de principio a fin.
The Rasmus pudo ser otra de las presentaciones memorables de la noche y lo fue, pero una vez más, el público peruano, se encontró totalmente apagado a la espera de su tema más emblemático In the Shadows, el único que -en general- y aún así, a duras penas, fue coreado a por la mayor parte de los asistentes.
«El público peruano paga solo por oír la canción más famosa de cada artista, es la que espera todo el concierto y la única que sabe»
La actitud del público en esta edición nos ha llevado a comprobar lo siguiente. El peruano no se conecta con la música ni con el artista. Asiste a esperar una canción, generalmente la más conocida, y es por ese tema que se de el lujo de pagar toda la presentación. Mientras no la toquen, no salta, no canta, no se entusiasma, solo mira sin asombro. No existe un feedback entre la gente y los músicos porque los primeros no parecen poner de su parte.
Basta con recordar la presentación de Dunca Dhu, dónde lo que pudo convertirse en el momento feeling del festival fue solo la oportunidad para descansar, dormir, ir al baño, comprar comida y revisar el celular. Cuando llegó el momento de En algún lugar y solo entonces, todos despertaron. Casi del mismo modo sucedió con La Ley.
Aún así es increíble ver que estas bandas lideran las encuestas del evento, año tras año. Eso nos lleva a preguntarnos también: si la gente no sintoniza con bandas de algún modo antiguas, posicionadas, conocidas e incluso coronadas ¿Como lo hará con bandas nuevas?
Una vez más, el problema no recae solo en la producción del evento y las bandas que eligen poner en vitrina, pues no son escogidas al azar sino previo estudio de su mercado. Es el público adormitado el que no responde, el que no pide y no reacciona. El que no evoluciona y no se da el trabajo y el placer de oír algo más novedoso. Es todo un tema social retroalimentado recién a partir de allí por los medios. Nos pides lo mismo, te damos lo mismo, te acostumbras, sigues pidiendo lo mismo, te seguimos dando lo mismo. Las nuevas generaciones, repetirán el círculo.
Finalmente, podemos concluir que fue un concierto -en general- medianamente bueno. El público sigue siendo un fenómeno extraño, por un lado pide lo mismo de siempre y por otro, se queja del cartel; por un lado piden una renovación del line-up y por otro, se queja de que no conoce a las bandas presentes. Definitivamente les falta una inyección de adrenalina -porque parecen zombies- y algo de aprecio por la música y su valor.
«Lima necesita áreas para albergar eventos masivos, de forma urgente»
Un punto a favor de la organización fue escoger a 911 para la seguridad del evento, se notó realmente la diferencia – y por mucho- en cuanto a los encargados en la edición anterior que definitivamente dejaron mucho que desear. El tema de siempre seguirá siendo la locación, Lima necesita de forma urgente, áreas para albergar eventos masivos. El Estadio Nacional es demasiado pequeño para albergar el festival. Por otro lado, San Marcos, aunque es grande, es de difícil acceso y eso ya es un gran obstáculo para el Festival. A este paso, no podremos seguir creciendo.
Después de Vivo X El Rock 6 va a costarles mucho volver a soprendernos.