When you were here before: Lima después de Radiohead

Hace ya algunos días que fue el concierto de Radiohead en Lima, el que muchos dicen fue -y será- el mejor concierto del 2018. Qué alegría recordar ese día. La llegada de la banda inglesa fue todo un suceso, que tuvo detrás de él una novela completa, digna del más remilgado escritor del romanticismo francés: un país entero y una banda de rock que nunca han podido verse, pero que contra todo pronóstico logran encontrarse.

Y el encuentro fue maravilloso, sublime, lleno de pasión y frenesí; en un Estadio Nacional atiborrado de fanáticos, de locos amantes cuyos celulares en la oscuridad hacían parecer que el suelo del Nacional era un reflejo del cielo (¿no crees?, checa el video de abajo), que los músicos ingleses tenían a sus pies un trozo de firmamento al que controlaban de una forma tan natural y a placer. A los ojos de los músicos todos estos destellos eran uno solo, era el público peruano que por fin pudo encontrarlos.

Pero esto no es un cuento de hadas. Y no lo es porque falta aquello que es parte de todos los cuentos de hadas: que la historia sea rematada con un «y vivieron felices por siempre».

Qué bonito sería decir que después de tan esperado concierto se mantuvieron juntos, que después del recital en el Estadio Nacional la algarabía continuó, que la banda decidió quedarse en Lima para ofrecer conciertos cada mes, que Thom Yorke se compró un departamento en el centro de Barranco y que baja todos lo fines de semana al Sargento Pimienta, que Jonny Greenwood se hizo profesor de guitarra y comenzó a dar clases en el Conservatorio, que el resto de la banda se sumieron a la aventura de encontrar quién hace el mejor suspiro a la limeña. En fin, qué bonito sería decir al fin Radiohead y Lima estuvieron juntos y felices por siempre.

Pero no.

El 18 de marzo, el día siguiente al concierto, las personas volvieron a sus vidas. Se pusieron sus uniformes y volvieron cada uno de ellos a sus trabajos, a sus estudios, a sus rutinas. Al mismo tiempo Thom Yorke y compañía se preparaban para salir del país: había una gira programada que completar y dos naciones sudamericanas aguardaban por su turno de deleitarse con los ingleses y vivir ese sueño de una noche.

Qué alegría recordar ese día; pero más aun, cuánta nostalgia. Realmente da bastante pena saber que la banda no volverá hasta dentro de varios años y que la posibilidad de encontrarse con ellos es por ahora muy remota. Es una pena recurrente con la que los fans debemos aprender a convivir, tal como nos enseñó el tierno Butters.

– Tú novia te dejó…

– Pues sí, y estoy muy triste, pero a la vez me hace feliz que algo me pueda hacer sentir triste. Es como… me hace sentir vivo, ¿sabes? Me hace sentir humano. De la única forma que me puedo sentir triste, es porque antes me sentía muy feliz. Lo malo y lo bueno vienen juntos. Lo que siento ahora es como una bella tristeza. Suena algo estúpido…

– ¡No! No, Butters. Eso no suena estúpido.

Por supuesto que no es estúpido. Y si alguien tuviera que describir cómo se siente después del concierto de Radiohead esas palabras serían las indicadas para describirlas. Y no solo eso, es válido también para poder describir el placer mismo que genera Radiohead con su canciones y ahora con su paso fugaz por Lima: Una bella tristeza.

 

El cielo a los pies de Radiohead.