Los personas que por ahí pasaban se preguntaban entre ellas qué había, cuál era el motivo de esa larga cola que empezaba en la puerta del Sargento Pimienta y terminaba todavía doblando la esquina. No se imaginaban tal vez que la culpable de dicha fila era una banda española de indie pop. No se imaginaban quizás por lo discreto del evento (que se dio de esa forma, sin anuncios en las radios, comerciales en la televisión o llamativos paneles en las avenidas principales) que la banda responsable era DORIAN. Y lo que menos se imaginaban sería -quién sabe- sobre la mágica velada que viviría aquella gigantesca hilera de gente cuando ya hubieran ingresado al local.
«No hay nada más bonito para un músico que las personas disfruten de una canción que ha hecho con el corazón»
DORIAN
DORIAN nació el 2002 en medio de una incipiente escena musical en España. Los grupos ibéricos que ahora llenan grandes escenarios y hacen giras internacionales (como Love of Lesbian, que se presentó en Lima hace unos días) nacieron en este ambiente hostil, donde carecía el apoyo de las productoras y disqueras, y primaba la autogestión de proyectos. «Ya éramos indies cuando serlo era de desgraciados. Les decías a tus compañeros de profesión o a tu familia que tenías una banda de música independiente y te daban unas palmaditas en la espalda diciendo que pobrecitos», confesó alguna vez la banda. Y aunque ahora ya son más conocidos y han dado conciertos multitudinarios (como el memorable Arenal Sound) todavía se identifican como músicos independientes. Así lo dijeron ellos:
«Cuando salgan de acá, por favor, metan en sus amigos el virus de la música independiente.»
Hubo una amplio preámbulo hasta que salió la banda. Cuando al fin los vieron aparecer salieron los gritos emocionados del público que hicieron tumulto al pie del escenario. Se acomodaron con los instrumentos y antes de empezar con el concierto, Marc, voz principal de la banda, mencionó una curiosidad: hace algunas semanas se celebraba los 50 años de la publicación de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el octavo disco de estudio de The Beatles, y ahora ellos estaban a punto de tocar en un lugar cuyo nombre está inspirado en ese disco. La forma con la que se expresó hizo notar que esto no era algo menor para él, de verdad le emocionaba pensar en ello.
Arrancaron con Los Amigos que Perdí, canción que pertenece al álbum La velocidad del vacío y que los asistentes reconocieron para acompañarla con sus voces. Cuando acabaron con el tema, Marc avisó: «Bueno, hemos preparado un setlist muy especial para este fin de gira. Espero que les guste». De vuelta al ruedo, interpretaron una canción y la interacción de un público todavía pasivo, que se dejaba guiar y bailaba tímidamente. Pronto, la determinación de la banda se impondría y se contagiaría en el ánimo del total de asistentes al concierto.
El recital que dieron fue más amplio que aquel de la última vez que vinieron a Lima allá por el 2015, para esta ocasión se dieron oportunidad de tocar muchas más canciones, y les dieron la oportunidad también a muchos limeños en el Sargento Pimienta de corearlas con ellos. Incluso tocaron su lanzamiento más reciente y que formará parte de su siguiente disco: Hasta Que Caiga el Sol. «Te cambio el porvenir por una noche más, te cambio la rutina por un salto al vacío». En algunas partes, Marc, el único que podía moverse libremente, cual típico galán se acercaba a las fanáticas y les daba la mano, y cantaba a menos de un metro de ellas. También en los intermedios de la canciones el cantante recibía los objetos de los fans que querían obtener su firma, su firma.
«…Entraría en tu luz con una canción sencilla, tres notas y una bandera tan blanca como el corazón…»
A Cualquier otra Parte (DORIAN)
Parecía que se despedían cuando tocaron una de sus canciones más emblemáticas: A cualquier Otra Parte. Si uno renunciaba a la vista y se concentraba solamente en escucharlos, era realmente como vivir aquel concierto en el Arenal Sound, pero estando todavía en el Sargento Pimienta, estando todavía en Lima. Pequeños destellos brotaron desde el público, cuando se apresuraron a sacar sus teléfonos celulares para guardar registro de la interpretación del tema, para tener la prueba de que fueron testigos de tal espectáculo; y aun así con los aparatos en las manos colaboraron con el grupo para hacer la versión más fiel del disco en vivo, entonces los acompañaron cantando lo más fuerte posible, hasta donde su capacidad torácica y sus gargantas les permitía.
Fin de la canción y la banda entera abandonó el escenario,pero el público ya sabía que iba a volver, y si no era así los convencería a que lo hagan. Retumbaba el local con cánticos de barristas adaptados para conmover al grupo y que vuelva al estrado. «¡No se vaaaaa, no se vaaa, DORIAN, no se vaaaaa, no se vaaa…!» «¡Olé, olé, olé, olé, DORIAAAAN, DORIAAAAN…! La pasión hace terca al sujeto, sin embargo en esta ocasión sí dieron resultado, porque al cabo de un rato los miembros de la banda nuevamente se posicionaba en sus lugares, y se preparaban para la prórroga.
Recibió Marc una bandera peruana que luego extendió en el suelo del escenario y reemprendió la función con un tema que él mismo explicó que se trata sobre cumplir los sueños sueños, sobrepasar las adversidades y aconsejó a la multitud que lo miraba iluminado por el reflector: «¡Que nadie nunca les diga lo que tienen que hacer con sus vidas!». Quizá al tocar Tan Lejos de Ti, tenía en la mente la vez que después de una de sus primeras tocadas con DORIAN, recibieron para toda la banda tristes 58 euros, ahora tocaban en otro país y con siete discos en su haber.
Marc tomó nuevamente la bandera blanquirroja y la amarró al parante de su micrófono. Terminó, miró al público, que se encontraba expectante de sus gestos, de sus palabras, y les dijo que la despedida esta vez no iba a ser intempestiva, sería más bien gradual y empezaría con una canción que «habla sobre mañanas heridas». El ambiente se hizo raro, estaba lleno de júbilo, claro, pero también algo de pesadumbre, esas canciones que tanto gustaban eran al mismo tiempo señales de que el final estaba cerca. Ocurrió muy rápido, las canciones, los coros, los gritos, las guitarras, el bombo, los platillos, «Joder, qué puta es la vida, que difícil la huida, voy a ir a Madrid», los aplausos.
Lo último que se escuchó de Dorian fue su canción éxito (y que forma parte del soundtrack de una conocida película romántica): Tormenta de Arena. Para esta vez , dejaron que sea el público el que dé inicio a la canción. Los asistentes del Sargento Pimienta tácitamente aceptaron el encargo, entonces saltaban y dejaban fluir la letra desde sus pulmones hasta que salieran despedidas a través de sus bocas. Marc se acercó por última vez a los que se amontonaban a sus pies, mientras daba ánimos para que ese canto definitivo sea el mejor. En una situación típica, al final uno no puede dar lo mejor de sí, pues tiene el desgaste de todo lo que ha hecho hasta ese momento, pero cuando está la pasión de por medio sí sucede. Las personas equipararon el sonido de los instrumentos hasta el momento del final, en que se pararon los miembros de la banda y Belly, la tecladista, tomó fotos al público.
En total DORIAN tocó 18 canciones, una larga y espléndida gala de sus mejores canciones. Si te lo perdiste te animará saber esto. Cuando ya se retiraban del escenario, como un presagio, o quizá como una promesa, Marc dijo para sorpresa de todos:
¡Lima, nos vemos el 2018, hasta pronto!