Esta ha sido una entrevista peculiar para nosotros. Se habló, como muy pocas veces de tantas cosas que costaba organizarla. Finalmente lo hemos hecho. Le presentamos a usted, distinguido lector, las tres partes de nuestra charla con Jhovan Tomasevich, líder de la banda de rock peruana Zen, presentador de televisión, y —aparentemente— consultor permanente de Moloko Podcast.
En este texto encontrará tres tópicos centrales:
- PARTE I: los proyectos de Zen
- PARTE II: los motivos de la situación del rock nacional
- PARTE III: Jhovan para presidente
En cada uno de ellos, estamos seguros que encontrará algo que le vacilará, lo indignará y dejará pensando. Lo invitamos a adentrarse en esta aventura.
PARTE I: los proyectos de Zen
En esta nueva normalidad, los artistas se han visto obligados a buscar nuevas maneras de seguir siendo artistas. Algunos se han dedicado a la actividad creativa, a aprovechar para generar nuevos exitasos inspirados en el aislamiento. Otros, los que tienen más público, han invertido en cambio su tiempo en planear su regreso a los escenarios.
Zen pertenece a estos últimos. Desde su posición de banda popular y consagrada se las ha ingeniado para armar un show adaptado a las circunstancias. Lo llevarán a cabo el sábado 19 de septiembre y será a través del internet, por medio de las pantallas.
Paralelo a ello, la banda conformada por Jhovan Tomasevich, Alec Marambio, Noel Marambio y Hans Menacho está trabajando en un nuevo lanzamiento. Según dicen, ya lo tenían pensado antes de la pandemia; así que ahora solo se dedican a la promoción.
Por si fuera poco, hace algún tiempo, Jhovan anunció una colaboración de Zen con Armonía 10, lo que podría llamarse un hito en nuestra industria: la primera colaboración en mucho tiempo entre dos escenas distantes.
Como se ve, no había poco material para esta primera parte.
¿Cómo va el trabajo con el nuevo disco?
Es un EP, pero la gente lo va a ir escuchando de a pocos, pero no va a pasar mucho tiempo. Es decir, «Confusión» es la primera canción que estamos lanzando de este EP. Termina la promoción de «Confusión», calculo yo en un mes aproximadamente, y a partir de ese mes empezamos con la promoción del siguiente single. Y lo mismo va a pasar con el nuevo. Un mes de campaña y al tercer mes ya entraríamos con el tercer single, pero este ya develaría todas las demás canciones que están en el EP.
¿Entonces saldrían en ese momento las cuatro canciones que restan?
Si todo va bien, calculo que para principios de diciembre ya deberíamos tener todo el EP abierto. Lo que pasa es que hay muchas cosas que veníamos preparado desde el año pasado con respecto a este EP. No es que nos hemos puesto las pilas en pandemia para componer algo nuevo. Ya lo teníamos preparado y teníamos preparada la campaña; o sea, sacar este material, toda la promoción de singles que finalizaban en el lanzamiento del EP.
Eso iba acompañado de conciertos, giras, hacer diferentes featuring que no habíamos hecho con la banda, tener artistas invitados en nuestro disco, con nuestras canciones de manera oficial; y además cada single trabajarlo en todas sus versiones. Dentro de poco va a salir la versión acústica de «Confusión», que es el primer single y así vamos a seguir sacando.
Nuestro plan desde el año pasado era arrancar y estar durante todo el tiempo de duración de una canción sorprendiendo cada semana a la gente que nos sigue y que se engancha con la música de la banda. Y eso va a pasar con cada uno de los singles.
¿Por cada single que salga va a llegar una nueva presentación online?
Ese es el plan. Como todo esto ha venido de porrazo y sorpresa —no solamente los músicos, sino también el público en general. Todos estábamos acostumbrados a que si queríamos ver una banda en vivo comprábamos un ticket para el bar o el festival donde estuvieran tocando. Ahora ya no existe eso, y probablemente por lo que veo, por como va la situación, se va a extender hasta el próximo año tranquilamente.
¿Y qué hacemos? ¿Nos quedamos en casa de brazos cruzados a que venga la vacuna de Bill Gates? No, lo que decidimos es, estamos creando un equipo de gente; o sea, músicos, técnicos de escenarios, técnicos de video, todo un equipo de gente que estamos tratando de crear una experiencia que la gente pueda tratar de ver como este tipo de conciertos online como una alternativa de entretenimiento también.
No estamos apuntando a hacer un show en vivo donde nos ves tocando y punto, sino acá hay más allá. Primero es tener un merchandising del show. Segundo es tener contacto con la banda.
Este concierto virtual remite mucho al que hizo Mar de Copas. ¿Estuviste ahí? ¿Hubo un aprendizaje de esa experiencia?
Sí, porque además estamos trabajando con la misma productora. El concepto ha sido trabajando desde la productora con los músicos y cada uno administra la suya. Mar de Copas ve por su fecha y nosotros, la nuestra. A pesar de que somos dos bandas diferentes, con estilos diferentes y temperamentos diferentes creo que hay muchas cosas que aprender, muchas cosas por seguir puliendo.
Seguramente ellos también podrán ver qué aprender de la nuestra. Aunque en verdad es para todos, no solamente nosotros y Mar de Copas. Todos estamos a la expectativa de qué es lo que va a pasar. Uno de los retos más grandes de esto es cómo enganchar al público, convencerlo de que no vamos a darles un concierto que van a a encontrar en YouTube.
Por cierto, también tenías pendiente una colaboración con Armonía 10. ¿Qué pasó con ella?
Sí, y no es la colaboración que está en este disco. La colaboración que está en ese disco es otra, bastante más rara de lo que tú crees. Nadie se lo imaginaría. Muy buena colaboración. Estamos contentos con el resultado.
Lo de Armonía 10 se grabó, se produjo y se suspendió porque la idea era igual: trabajar todo un material de producción, grabar el video, había planes para ir a grabar a Piura, a todos los lugares donde suele tocar Armonía; pero todo quedó un poco en nada, porque mientras estábamos preparando todo esto, ellos estaban lanzando un nuevo material y al poco tiempo vino la pandemia. Quedó todo un poco suspendido.
Nosotros también ya teníamos fecha de salida de este disco. Entonces no miramos y dijimos «no hay apuro, la canción está ahí, o sea no fue mentira». Y lo dejamos ahí. El día que esa canción quiera salir, esa canción va a salir.
¿A qué suena?
Cuando entramos al estudio con el tío Walter Lozada dijimos «no, vamos a hacer algo desde cero». Agarramos una composición ni tuya ni mía, de un compositor X y la trabajamos desde cero. Entonces empezamos. Cada uno hizo su parte. Ello obviamente hicieron una versión cumbia y nosotros como sabíamos que ellos iban a hacer cumbia, tratamos de hacer dentro del rock que manejamos, algo que pudiera amalgamarse con la cumbia y que no suene forzado.
Yo creo que de nuestro lado salió algo muy a lo Red Hot Chili Peppers del disco ‘Californication’ —que dicho sea de paso para los gemelos, para Hans y para mí, el ‘Blood Sugar Sex Magik’ de los Red Hot Chili Peppers es uno de los discos que está en el top 10—. Si bien no es una influencia bien obvia en las canciones de la banda, cuando empezamos a trabajar en nuestro tema e hicimos nuestra parte rock, hicimos una onda medio funk rock. Cuando lo mezclamos con la versión de Armonía, funcionó bien. La transición es suave. No es un «esto no tiene nada que ver» o un arroz con mango. Suena bien.
¿En lo posterior podríamos suponer que se vienen más colaboraciones?
En este EP hay una bastante importante. Ahora que hemos hecho una colaboración te puedo decir que tampoco es tan fácil hacer colaboraciones, es una chamba intensa porque tienes que ver que la personas que va a colaborar contigo esté dispuesta a trabajar contigo, hacer la promoción, videos, por ahí alguna presentación. No es tan fácil. Nos gustaría seguir haciéndolo porque esta experiencia ha sido increíble y va a ser llamativa para la escena en general.
¿Qué va a pasar en el futuro? No lo sé. Yo creo que a raíz de esto probablemente nos sea más fácil seguir teniendo colaboraciones, porque si funciona la canción —yo estoy seguro que va a funcionar— la gente va a decir «ah, manya, estos dos se pusieron de acuerdo y está bueno; hay que hacerlo».
¿Qué intentan hacer con este disco que se viene? ¿Qué les queda por decir?
Eso depende tu perspectiva, de lo que pienses cuando escuches el material. Creo que ahí más habla la música que lo que pueda decir el artista. Tú tendrías que escuchar y decir «ah, suenan bien, suenan frescos, suenan como si fueran una banda que está sacando un single por primera vez». Creo que ese es uno de los mejores halagos que hemos recibido por este single. Entras a nuestro canal de YouTube y ves que dicen «esto suena fresco, suena moderno, esto suena actual» y te lo dicen gente que tiene 18, 30 o 45 años y eso es interesante. Creo que ahí radica el tema.
El día que sienta que se perdió eso, que ya no hay ese factor sorpresa, ahí podría decir tranquilamente hasta acá llegamos y nos dedicamos a tocar todo lo anterior. En nuestro caso, todavía sentimos que hay muchas cosas que la gente debería escuchar de nosotros y muchas cosas que nos faltan por hacer. De repente porque tenemos ganas de hacer crecer una industria que todavía está en pañales a pesar de tantos años.
Con la trayectoria que tiene Zen, ¿a qué aspira?
Creo que aspiramos dentro de todo a convertirnos en un buen referente. Lo que te decía, nosotros no tenemos grandes referentes del pasado, no tenemos una escena sólida del pasado, no tenemos estos artistas que hayan sentado pilares para nosotros —o en todo caso, los han habido muy pocos. Creo que aspiramos a eso, aspiramos a elevar el nivel. De repente de acá a 30 o 40 años escuchen y digan «ala mierda, había una banda Zen que hacía las cosas bien».
Una de las cosas que siempre conversamos con la banda es qué paja ese sentimiento que tienen los argentinos cuando hablan de Spinetta o de Cerati. No conozco a nadie que tenga un referente en el Perú así. Si me preguntas a qué aspiro, tal vez aspiro a eso.
¿A llenar el vacío?
A llenar ese vacío.
PARTE II: Los motivos de la situación del rock nacional
Jhovan Tomasevich es un personaje notorio dentro de la escena rockera peruana. Esto no solo por la obra con Zen y como solista; sino porque tiene forjada una opinión sobre cada tema relevante de nuestra actualidad y no tiene reparos en compartirla.
Aprovechando la promoción de su nuevo tema y presentación virtual —aunque no era nuestra intención— terminamos obteniendo información interesante sobre lo que, desde su perspectiva, son los problemas, errores y vicios que enfrenta el rock peruano.
Con ustedes, la segunda parte de esta entrevista.
La poca unidad entre bandas
No ha habido una unidad entre las bandas como para poder salir adelante. Tal vez una de las cosas que rescatemos todos de la pandemia es que se necesita unir fuerzas y ojalá sea un aprendizaje que podamos rescatar de esta pandemia y cuando se logre salir de acá nos demos cuenta qué tan frágil somos por separado. Pero al mismo tiempo siento que cada uno desde su trinchera está tratando de sobrevivir y llevar las cosas a su manera y viendo qué pueden aprender del resto.
Por lo menos es lo que yo estoy haciendo. No puedo hablar por los demás, pero estoy al tanto de lo que hacen los demás, ya sea desde sus streamings en Facebook, Instagram; con sus guitarras acústicas desde casa o uno que otro por allá haciendo una producción un poquito más grande o grabando canciones desde su casa, componiendo.
Ahora, ¿por qué es eso? No lo sé. De repente por el temperamento desconfiado y desunido, el hecho que no nos gusta que otro sobresalga. Cuando yo creo que es bueno que si es que hay alguien que está en la punta de la lanza, empujar, porque esa persona, ese grupo va a abrir un espacio para otros. Ya ha pasado antes en la historia de la música en Perú; pero creo que no a todos les gusta esta idea. Así que caballero nomás.
¿Por qué hay tantas brechas del rock peruano?
Siento que por ejemplo bandas antiguas que tuvieron éxito —o que tuvimos éxito— muchas veces hemos tratado de cerrar filas, solamente para nosotros. Y al mismo tiempo he visto artistas nuevos que han entrado a una escena así sea precaria, entran renegando de los que ya tienen algo trabajado, algo alcanzado.
No hemos construido nada. No tenemos un referente musical fuerte —hablando del rock, por supuesto. Cuando hablamos de Los Shains o alguien se refiere a Traffic Sound o Los Saicos, estás hablando de una agrupación que pasó hace más de 50 años, que hicieron un disco y no existen más. Ni siquiera hay reuniones de nada.
De ahí hay una brecha hasta Frágil y, en su momento, estaba Frágil solo. No hay nada hasta los ochenta y quizás tienes a Arena Hash, Dudó o Río —de los cuales solamente quedan Río— y así podría seguir mencionándote década tras década.
Tenemos una escena no solo bastante desunida, sino bastante irregular. Es entendible que a veces las bandas nuevas entren y digan «oye, no hay nada atrás» y tenemos esta suerte de alienación porque todos empiezan con influencias de otro lado.
Y me ha pasado que me he encontrado con muchas bandas nuevas en las cuales renegaban del pasado, de lo que algunos venían haciendo. Hay una generación que todavía sí se mantiene vigente, sacando material y empujando. Me parece que son la generación de finales de los noventa e inicios de los 2000. Estas bandas como Mar de Copas, nosotros, Amén, Libido, Campo de Almas, Daniel F.
Y a veces me ha pasado toparme con bandas nuevas que no respetan el trabajo previo. Es como que salen y dicen «no, eso no es nada; somos mejores que todos ustedes». Y yo les digo «brother, escúchame, no sabes lo que estás hablando, no sabes lo difícil que es trabajar en una escena —construir una escena— que nunca ha tenido disqueras, que nunca ha tenido inversión. O sea, nosotros somos los precursores del indie rock. Somos y hemos sido completamente independientes toda la vida».
Entonces cuando les explicas eso se ponen a pensar y dicen «ah, manya, tienes razón». O cuando salen a tocar y se dan cuenta lo difícil que es convocar gente, entrar y hacer que la gente escuche tu canción, que entienda tu propuesta, que entienda la lógica de todo lo que estás haciendo y hacer que se sientan identificados por eso; ahí es cuando se acerca, te tocan la puerta y te dicen «oye, hermanito, ¿tú crees que podamos tocar juntos?».
Y tú «ahora sí. Primero saliste tirándome caca y ahora sí soy chévere»; porque se dan cuenta que es difícil. Obviamente es difícil.
Yo creo que ayudaría a todos, pero yo siento que de alguna manera lo que venimos haciendo con Zen es tratar de abrir camino; no solamente para nosotros. Sentimos que si hacemos algo importante, hay más gente que va a beneficiarse. Nunca hemos sido la banda que «nos cerramos, solamente nosotros», «no te paso el contacto» o «no te voy a decir cómo funciona».
Lo bueno es que ahora todo funciona a través de internet, e internet es abierto para todos. Puedes ver los datos de quién te sigue, cómo te sigue, cuándo te sigue… es administrar esa información nada más.
[Tomando en cuenta su colaboración con Armonía 10] ¿Estas colaboraciones no te parece que llegan un poco tarde?
En el caso del rock, totalmente tarde. Las bandas de rock acá somos yo, yo, yo y yo. No trabajamos en colaboraciones ni siquiera con otras bandas similares en estilo. Sin embargo, una de las cosas que ha roto todas estas formas de ver la música probablemente haya sido el género urbano. En el género urbano lo que han hecho es juntarse todos para sacar el género arriba y tenerlo arriba por tantos años.
Para eso te voy a dar un ejemplo. Probablemente uno de los artistas más conocidos a nivel mundial del género urbano sea Daddy Yankee. Es un tipo que esta arriba en la escala de los reguetoneros. Sin embargo, hasta el día de hoy tú lo vas a encontrar a él sacando sus singles y colaborando con artistas que estén a su altura en popularidad, que estén a media caña y que estén más abajo, los que recién están empezando.
Tú dirás por qué este fulano que está arriba de la pirámide tiene que trabajar con el que está abajo. ¿Cuál es el beneficio? El beneficio es que entre todos saben que unos hoy día están abajo, en dos semanas o un mes están arriba y así todos van rotando.
Empiezan a hacer esta suerte de colaboraciones y el público termina dándole vuelta a los mismos artistas. Entró uno nuevo pero están en una lavadora girando todos. Eso para mí ha sido algo que ha mantenido el género urbano durante tanto tiempo.
En el rock no ha pasado eso. Tú ves que una banda saca su disco solo y otra banda solo y otra banda solo… Y entre ellos no hay comunicación. Obviamente te los encuentras en un concierto o en un festival y es
– Oe, cholo. Deberíamos hacer algo juntos.
– Sí, claro. Yo te llamo, no te preocupes.
Y eso nunca sucede… por muchas razones, pero creo yo que todavía existen ese «yo puedo solo y no necesito ninguna ayuda».
Nosotros recién este disco —nunca es tarde— estamos rompiendo esa línea; pero no con alguien del rock.
¿El oyente ha variado a favor de esta tendencia?
Una de las cosas que ha cambiado en el oyente más joven es que están pensando en la música por estilos, están pensando en la música por emociones. O sea, hoy tengo ganas de tomarme una chela contigo y nos provoca escuchar trap y nos cagamos de risa, nos tomamos un trago y la pasamos bien. Pero de repente más tarde me siento en la computadora a escribir a ver cosas y me escucho un disco de Frágil. No tengo problema.
Siento que la gente más joven no se hace problemas con eso. Es más, cuando vienen los rockeros más recalcitrantes y te dicen «no, el rock está sobre los demás géneros; después de Beethoven, Bach y Mozart, es el rock», la gente reacciona como que «agg, no, qué intenso este personaje» y lo arriman.
Sin embargo, cuando entras sin ninguna pretensión y le dices «oe, cholo, sé que te gusta el trap, pero tengo esta canción, por ahí que entra en tu playlist», la gente te dice «manya, de repente lo escucho en un momento en que quiero hacer otro tipo de actividad». De eso se trata, según mi percepción.
En una improbable relación entre los artistas y el Ministerio de Cultura. ¿Quién debería dar el primer paso?
Mira, te lo dice alguien que nunca ha tenido ningún acercamiento, ningún apoyo de alguna entidad del Estado. Creo que ahora —después de todo lo que ha pasado, después de sentir lo importante que es la cultura en una sociedad y después de ver lo abandonado que ha estado ese gremio— creo que hay herramientas para empujar y difundir lo que se hace acá.
Siento que ahora, en los últimos meses y a raíz de todos los escándalos, ha entrado a trabajar gente en el lado cultural de este Gobierno que sí es profesional y sí tiene esa visión. Espero que lo puedan lograr, porque sabes que los Estados son súper burocráticos. Espero que se den cuenta también que muchas veces en otros países el mercado tienen reglas donde favorecen la industria artística, porque es una industria que genera un huevo de plata, pero acá no sé si lo ven así. Acá todo está en pañales. Están esperando que el mercado se desarrolle solo, pero es imposible.
¿Cómo nosotros competimos con un kpop? Un kpop que claramente —más allá de si te gusten las canciones o el look de las agrupaciones— todos sabemos que es un género impulsado y financiado desde el Estado. De repente ahora ya no, porque ahora generan un huevo de plata alrededor del mundo; pero en un inicio sí.
¿Por qué el rock no se desarrolla como los demás géneros?
Hay una cosa que aprendí trabajando en el Jammin, en Lado B, en Movistar Música entrevistando a todos los artistas que te puedas imaginar de todos los géneros. Me di cuenta una cosa. En nuestro país el género más fuerte es la cumbia y muchas de las agrupaciones de cumbia sus miembros, los cantantes, las cabezas tienen mucho respeto por el rock. Les encanta la estética del rock. Les encanta los videoclips, la libertad que tienen los rockeros para hacer sus videos, para vestirse, se desenfadados y todo ese tema. ¡Les encanta!
Los rockeros, por el otro lado, les encantaría tener la agenda de lo cumbieros. El bus —porque no es que tengan una carcocha, tienen los buses de última generación brutal—, los equipos de sonido, tocan 25 veces al mes y tienen una visión de negocio. Los del rock no tenemos eso, y a veces nos cuesta asumir que cuando estamos en el estudio y estamos componiendo ahí es donde fluye la parte artística, pero una vez que la canción se imprime ahí empieza la parte comercial. ¿Cómo vendes la canción? ¿Cómo proyectas tu imagen como artista para vender esa canción? Porque es todo un paquete lo que la gente va a comprar: tu video, ti foto, tu forma de expresarte, lo que vas a decir en Instagram. Eso lo tienen bien claro en la cumbia.
Y encima, cuando trabajamos con Armonía 10 y nos sentamos en el estudio, me di cuenta que esa fórmula no necesitan romperla. Se sientan en el estudio y empiezan por el beat, de arranque.
El tío Walter le decía al percusionista «dame un beat bailable» y venía el percusionista taka pun taka pun taka pun. Decían —sobre el tempo— «¿120? Vamos a darle en 110». Yo le decía «ya, ¿qué te parece este acorde?». Él me decía «no, este acorde no funciona en la cumbia». Y yo «¿por qué no si suena mostro?». Y él «sí, pero no funciona en la cumbia. La cumbia te tiene que dar ganas de bailar, pero ser melancólica. Eso significa que todos los acordes tienen que ser en mayor, no en menor». Me quedaba «manya, no puede ser».
Tú haces eso en una banda de rock. Llegas al estudio y le dices «muchachos, el tema es este. Empecemos por el tempo. Una canción bailable, todo tiene que ser en mayor porque hay que levantar el mood de la gente». Va a venir el guitarrista y te va a decir «¿qué?, estás loco, compadre, a mí qué me importa la gente. mi guitarra tiene que ser como el de Rata Blanca». Le dices «pero así no va el tema». Y él «no pues, tú eres un vendido». Ya se murió la magia.
La romantización del rock
Te doy otro ejemplo. Cada vez que un músico de rock dice cuánto cobra la gente le dice «oye, ¿pero por qué tan caro? tú deberías hacer esto por amor a la música»; porque muchas veces el floro del músico de rock es «yo hago esto por amor a la música, me encanta la música» y sí, nos encanta la música; pero es un trabajo y hay que rentabilizar. No es que viene el doctor y me dice «cholo, tú eres cantante, la operación será gratis», él me va a pasar su factura.
Esa romantización de la música nos la hemos creído tantos años y no hemos creado una industria nosotros. La cumbia no funciona así, en el reguetón no funciona así. En el reguetón el público aplaude que el artista salga con sus cadenas de oro y tirando plata. ¿Tú sabes qué pasaría si yo salgo en un video sentado en un Ferrari tirando plata? Me destruyen. En cambio lo reguetoneros no tienen ningún reparo a decir a la gente «con tu plata, yo vivo este estilo de vida».
Creo que nosotros hemos romantizado esa idea y no les hemos dicho «oye, aguanta un toque, el video no es gratis, el disco no viene gratis. Yo también quiero vivir como vives tú, que eres un abogado. También tengo que pagar las cuentas».
PARTE III: Jhovan para presidente
Clickbait detectado. Bueno, para esta tercera parte, quisimos escuchar la opinión de un músico sobre la triste, amarga y —cague de risa— que es la política peruana. Cada semana un nuevo escándalo de corrupción se revela y no se puede ignorar. Por ello es que llegó esta tercera parte.
¿Qué piensas de todo lo que está sucediendo alrededor de este personaje [Richard Swing] que salió como un escándalo del Ministerio de Cultura, pero ahora ha remecido el país?
Ayer escribí sobre esto. Me parece que parte de este tipo de personajes, este tipo de coyunturas en el que vivimos es el legado como sociedad de haber normalizado la corrupción en todo sentido. He crecido escuchándolo. Cuando decía «esto está mal, es una coima», los adultos me decían «ay, hijito, acá todo el mundo coimea, es normal, no pasa nada. Si no soy yo, lo va a hacer otro».
Cuando yo hablaba con mis amigos en la época de la elecciones, me decían «sí, compadre, pero hace obras. Todo el mundo roba, que robe un poco. Mientras que me haga la pista, mientras tenga la ciudad limpia, que robe un poco. Igual todos van a robar». El normalizar ese tipo de cosas ha hecho que lleguemos a este punto, al punto que mucha gente con la que yo he crecido —amigos o familiares— lo aceptaban.
Y de pronto ha estallado esto porque el nivel de podredumbre es tanto que en la misma basura se empiezan a pelear ellos; como un cáncer que dice «ya, tomamos el cuerpo completo, que no se salve nada».
Entonces lo que ha pasado en el Ministerio de Cultura, con este personaje [Richard Swing] es una raya más al tigre, porque lo hemos visto en otros gobiernos en el Ministerio de Defensa, del Interior, del Trabajo o el de Energía y Minas. Lo he visto desde que conozco al Estado y acompañaba a mis viejos a ver sus programas políticos. Te estoy hablando de 40 años de gobernantes y no ha cambiado nada, absolutamente nada; solamente que ahora la información corre más rápido.
En eso se han convertido todos lo poderes del Estado: banda delincuenciales que están arriba apretadas manejando. Se gastan nuestros impuestos, por eso hay malos colegios, por eso no hay cultura, no hay identidad entre los peruanos, no te sientes identificado.
Como artista, ¿sientes que esto te empuja a algo?
Si te refieres a que eso más adelante debería llevarme a involucrarme en política, sí. Creo que todos deberían estar involucrados en política. Si tú no te involucras, ellos siempre van a controlar tu vida. Entonces yo creo que si en algún momento está en mis posibilidades poder hacer algo, yo creo que sin duda lo haría. Lo difícil es que tienes que encontrar organizaciones limpias que tengan la misma visión de lo que tú quieres hacer; pero hasta ahora todas las que se han presentado han estado en las administraciones o han formado parte de los congresos.