Adiós, vaqueros: Crónica del concierto de despedida de Lucas (Mundaka) y Lucía (Los Lagartos)

La noche del viernes 24 de enero, en una gris ciudad llamada Lima, en un acogedor lugar del distrito de Barranco, dos despedidas —o una sola que vale por dos— se gestaban. En El Dragón una multitud asistió para ver por última vez a Lucas Stiglich y Lucía Alfaro con las bandas que formaron, Mundaka y Los Lagartos, respectivamente.

Ambos parten a Europa. Ambos por estudios. Ambos para seguir un camino que se habían trazado desde hace mucho. Sin embargo, al dar la media vuelta y echar un vistazo, ambos tienen una sensación distinta del camino hecho con sus bandas.

«No siento que esté dejando nada a medias, más bien al contrario», dice Lucas, y añade: « Siento que sacar el segundo disco era la meta que me había puesto». Él se va satisfecho con su Albatroz bajo el brazo.

Lucía, en cambio, no está tan tranquila. «Yo sí estoy dejando todo a medias», dice con una sonrisa incómoda y explica: «Como que hay un disco que ya está grabado y que solo falta dinero para masterizarlo. Pero ya en breve lo sacamos».

Voy a perseguir rápidamente mi único sueño

Los primeros en saltar al escenario fueron Los Lagartos. Los tres miembros se acomodaron en sus puestos con la fuerza de la costumbre, pero con la emoción de los novatos. Lucía, en una batería salpicada por pequeños destellos amarillos, enfrentó primera su última vez. Se enfrentó a la pena del adiós y salió airosa.

Desfilaron por los parlantes todos los temas de la banda y la intensidad se mantuvo acorde a la situación. Pocas palabras y más música. La vez más memorable, cuando Renzo, vocalista de la banda, le dedicó a Lucía por última vez en presencia suya el tema «Perdiste las Llaves». «Te quedaste afuera. Deja de llorar, tus amigos están acá para tomar», le cantó a su baterista.

Lucía Alfaro de Los Lagartos en el concierto de su despedida (Foto: Ayrton Gamarra)

Al término de la presentación el ambiente se disipó unos instantes. Lucía bajó del escenario y saludó a cuanta persona se lo solicitara. Cuesta imaginar lo que sintió. Su rostro siempre fue alegría y emoción; sus ademanes, como sus movimientos en la batería, pura energía.

«Yo espero que Los Lagartos puedan crecer, porque siento que los he estancado un poco, porque no tengo tanto tiempo. Espero que ahora ya despeguen, que crezcan y lo den todo. Me encantaría volver y saber que tienen más discos. También me encantaría que pudieran viajar y toquemos en otros países juntos, pero al mismo tiempo sé que me van a reemplazar (ríe). Entonces sería un poco injusto para la nueva baterista que esté. Me encantaría ver a mi banda grande».

Detener el tiempo, hacer del momento algo eterno

Los miembros de Mundaka se colocaron cada uno en su lugar. Lucas, desde uno de los extremos del escenario, saludó. Cuando ya estaban preparados, empezaron con la faena. Dieron rienda suelta a la serie de temas que juntos se convertirían en el último setlist de esta formación.

Y conforme pasaban las melodías, la emoción aumentaba. Así, un público cada vez más eufórico se acercaba al escenario, derramaba más sudor y desafinaba más al intentar acompañar el canto de Vera. En varias pausas, la voz de Lucas intentó aportar a la velada, pero un micrófono apagado le negaba la oportunidad.

Por suerte, encontró el momento cuando por fin su voz salió del parlante. «La gente que viene a veces, que viene de vez en cuando, la gente que viene desde hace tiempo, la gente que estaba ahí en el local, en el Partido Socialista, la gente del Bernabe que todavía sigue acá, nos seguimos viendo», empezó a recitar Lucas hasta que la emoción lo traicionó y lo obligó a parar. Un respiro, se recompuso y continuó: «Gracias a mi familia que hoy día a venido, casi toda o toda y a mi tía Luchi, mi primera profesora de música».

Rodrigo Vera Tudela abraza a Lucas Stiglich en su despedida (Foto: Ayrton Gamarra)

El bajista finalizó su breve discurso pidiendo a su banda incluir un tema más, uno dedicado a un amigo cercano de la banda. Un semidesnudo Rodrigo Vera entendió muy bien el mensaje y arrancaron con «Otro Mundo» y regalaron el momento más emotivo de toda la noche.

Pero no solo fue despedida. La velada por unos minutos también se convirtió en recibimiento. Transmutó el ambiente cuando Rafael Sarmiento, bajista de Almirante Ackbar, subió al escenario para su presentación oficial. Con el permiso de Lucas, Sarmiento tomó el bajo y desplegó la habilidad que lo hizo su sucesor. A pocos metros, Lucas observaba complacido y orgulloso a Mundaka, su banda.

«Ratas los que no vinieron. Yo llevo varios años tocando en vivo y me parece bacán que todavía la gente que veía cuando tocaba en el Benarbe. Yo a Lucía la conozco desde esa época, cuando tocábamos en el Benarbé, que éramos cuatro gatos. Ahora tocamos con Mundaka que hay como ochenta gatos, pero los cuatro que éramos seguimos ahí. Y pues lo que están comenzando a una banda que sigan y los que ya están ahí, que se queden, que no se dejen vencer por el mundo, por la realidad que te choca y te obliga a hacer otras cosas».

No es más que un hasta luego

Y cerró, luego de varios temas, la noche. Lucas y Lucía, ya oficialmente como seres comunes y corrientes, deambulaban saludando a amigos y familiares. Acababan de dar un paso más hacia afuera, cerraron ambos estos capítulos para ir por nuevos horizontes. Uno de ellos, nos dijeron, será el proyecto como dúo. «Ya tenemos dos canciones», aseguró Lucía. No podían dejar la música de lado.